Nuestro Carisma en la Iglesia es una “experiencia del Espíritu Santo” que se nos ha comunicado para que vivamos según ella, la custodiemos en fidelidad, la profundicemos cada día más y la vayamos desarrollando constantemente, en sintonía con el Cuerpo de Cristo, siempre en crecimiento. Esta experiencia supone y exige una especial y progresiva configuración con la SS. Virgen María, en el misterio de su Presentación en el Templo, y nos hace revivir sus mismos sentimientos y actitudes: su total consagración a Dios, su adhesión incondicional a la voluntad divina, su docilidad activa al Espíritu Santo, su plena disponibilidad, su sencillez y su abandono confiado en la Providencia.