La doctrina y devoción al Sagrado Corazón de Jesús, para nuestra dicha, están hoy día bastante extendidas. No lo están tanto la doctrina y devoción al Corazón Eucarístico.
Si bien es cierto en que la devoción al Corazón de Jesús se comprende cuanto al Divino Corazón dice referencia, pero la devoción a su Corazón Eucarístico ofrece un matiz digno de notarse, merecedor de nuestra atención.
La devoción al Corazón de Jesús en general estriba, como es bien sabido, en honrarle, agradecerle y amarle, por cuanto es el símbolo de su infinito Amor a los hombres, y fue instrumento de este Amor, causa de innumerables beneficios, fuente inagotable de favores de todo orden.
La devoción al Corazón Eucarístico de Jesús viene a ser una particularidad dentro de la devoción general y requiere detallarse y ser puesta de relieve.
El culto especial que la Iglesia dedica al Corazón Eucarístico de Jesús nos hace considerar a este Deífico Corazón como motor e inspirador de la admirable institución de la Sagrada Eucaristía, en la que puso de manifiesto su Amor llevado al extremo.
Es la Eucaristía el máximo beneficio dispensado por Jesús; la prueba más clara y convincente de su Amor a los hombres. Es por otra parte compendio de todas las maravillas, síntesis de todos los beneficios que nos ha prodigado, medio de aplicación de las inestimables gracias de todos los estados y misterios de la vida de Jesús.
Contiene la Eucaristía un memorial perenne del inestimabilísimo beneficio de su Pasión y Muerte, a la vez que, una participación continua, diaria, de los preciosísimos frutos de su Redención.
Todas las almas, desde cualquier latitud del globo terráqueo, a través de la Eucaristía, participan de la obra Redentora de Jesucristo.
La Santa Iglesia, por tanto, no podía omitir ese culto especial al Corazón de Jesús en su manifestación de Amor Eucarístico.
El culto y fiesta especial del Corazón Eucarístico de Jesús, tiene lugar el jueves después de la Octava del Corpus Christi, o sea, el jueves infraoctavo del Corazón de Jesús.
Estableció esta fiesta el Papa Benedicto XV, el 9 de Noviembre de 1921, dándonos de ella la idea siguiente; “La razón particular y el objeto de esta fiesta, que tiene su oficio y misa propios, es CONMEMORAR EL AMOR DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO EN EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA. Quiere la Iglesia por este medio excitar más y más a los fieles a que se acerquen confiados a este Santísimo Misterio y que los corazones ardan cada día más en las llamas de divina caridad que abrasaban al Sagrado Corazón de Jesús, cuando, por su infinito Amor, instituyó la Santísima Eucaristía, en que ese mismo divino Corazón los guarda y los ama… En este Sacramento de la Divina Eucaristía, Jesús se ofrece y se da a nosotros como víctima, y compañero, y alimento, y viático, y prenda de la gloria futura”.
Es en la Hostia Santa donde singularísimamente hemos de adorar al Corazón de Jesús; al Corazón de carne, vivo y palpitante. No al Corazón imagen o recuerdo, sino al propio Corazón, real y verdadero; al que latió dentro de su pecho durante su vida terrena; al que adoran los compresores beatos en la gloria. De la Eucaristía partieron estas voces de acento quejumbroso y amargo: “He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres…” El Corazón que sigue amando y entregándose.
Pero el Corazón Eucarístico de Jesús no recibe de la mayor parte de los amados sino indiferencia, ingratitud, injurias.
La esencia de la devoción y culto al corazón de Jesús es ésta: Amor y Reparación. Y la de la devoción y culto a su Corazón Eucarístico: Amor y Reparación en la Eucaristía.
Recurramos a María Santísima, cuyo Corazón tanto amó. Adoró, correspondió y desagravió al Corazón Eucarístico de Jesús. Supliquémosle revista nuestro corazón de los sentimientos, afectos y amores que embargaban su maternal Corazón.
Practiquemos en unión suya la devoción al Divino Corazón. “Adoremos, agradezcamos, supliquemos y consolemos con María Inmaculada al Sacratísimo y amabilísimo Corazón Eucarístico de Jesús.